En tiempos medievales, el pueblo pasiego, de enigmático origen y arraigadas costumbres, comenzó su poblamiento de esta montaña, transformando el paisaje con su particular modo de vida seminómada, basado en la roturación y cierre de pequeñas áreas de bosque y la ganadería trashumante.
Es
la suya una trashumancia peculiar conocida como “muda”, que consiste en el
traslado de familia, animales y enseres, de cabaña en cabaña de las zonas altas
al valle y viceversa, en busca de los mejores pastos según la estación.
Sus costumbres han dado lugar a un rico folklore y gastronomía propios, en la que destacan la leche, mantequilla y sobre todo su carne (vaca y ternera de leche)